¿Sentís mayor tranquilidad cuando estás encargada de resolver una situación? ¿Son reconocida por sus capacidades de resolución, consejería y recursividad? ¿Experimentás gran frustración cuando no obtenés los resultados esperados? ¿Tenés la creencia de que si soltás, las cosas no van a funcionar?

Si respondiste en positivo estas preguntas, podés estar experimentando la necesidad del control. Ciertamente las personas necesitamos unos fundamentos para tomar decisiones, para protegernos y preservar la vida; también es cierto que somos responsables de nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. Cuando hablamos de la necesidad de control, estamos haciendo referencia a la sensación apremiante de querer que se cumplan varios requisitos -que pueden estar fuera de nuestro alcance- para poder así relajarnos y sentir tranquilidad.

Con lo anterior no estoy haciendo referencia, necesariamente, a la manipulación o los engaños para conseguir lo que se quiere. Existen diferentes tonos en cómo se manifiesta esta necesidad, observá lo que te genera la falta de dicho control, y la manera en la que vivís la ansiedad, que en ocasiones puede llegar a inhabilitar (no permitirles actuar).

Pareciera que la intención principal de controlar es “garantizar” la seguridad propia y de los demás; pero pueden tener una característica marcada de falta de flexibilidad, al frustrarse con facilidad pues consideran que su forma es la más adecuada para pensar, sentir y actuar. Por esto cuando las situaciones no se resuelven como consideran mejor o como habían planeado, suelen tener reacciones como: ira, impulsividad, bajón emocional, malestar físico, entre otras.

Si te encontrás cuestionando el impacto de la necesidad de control en tu vida. Te invito a considerar las siguientes premisas:

• La vida es impermanente.

La vida se encuentra en constante movimiento, es fluida. Para verificar esto podemos hacer el ejercicio de pensar en nosotros mismos hace 10 años, 5 años, 6 meses, al iniciar y finaliza el día. Todos, en nuestro propio tiempo y ritmo, nos encontramos recorriendo un camino de evolución, que tiene como fin la autorrealización. Dado que es impermanente, querer aferrarnos algo particular, solo genera sufrimiento (alrededor de esta idea los budistas han centrando su teoría y su practica) entonces, si lo único permanente en la vida es el cambio, resistirnos a éste significa ir en contra del fluir de la vida, ir contra la corriente.

• La vida nos enseña a fluir con ella.

La vida se presenta con nuevas situaciones, personas y desafíos para que actualicemos nuestra manera de entender, solucionar y existir. Cuando evitamos o ignoramos la invitación de la situación -que puede reflejarse en nosotros como síntoma- tiene para enseñarnos, pareciera -y es así- que ésta misma se perpetúa hasta que estemos preparados para atenderla y trascender. Lo que estamos acostumbrados a hacer los humanos es a resolver las situaciones de una misma manera, con una misma herramienta, y de este lugar de comodidad conocida y expirada, de donde la vida nos quiere mover, motivándonos a realizar ajustes creativos.

• Lo contrario al control es la confianza
  Con un llamado a la humildad y al reconocimiento de tu parte en la totalidad, te quiero recordar además que la consciencia también existe fuera tuyo. Hay un diseño organísimico que desenvuelve la vida y le permite propagarse. La confianza básica en Gestalt es el reconocimiento de que la vida funciona para y a pesar de nosotras. Siendo nosotras también vida, confiá.

Entender y atender lo que nos presenta la vida es precisamente lo que estamos necesitando para expandirnos, y que solo vamos a crecer cuando nos ponemos a tono con esta experiencia y fluimos con ella. Recordemos que lo único que realmente está en nuestro control es la intención y la actitud con la que nos aproximamos a las situaciones, desde aquí es donde debería emerger la tranquilidad de que estamos haciendo lo mejor que podemos y el resto va a resolverse con la interacción del resto del sistema.