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InvitadxsEquidad emocional de género

Roger Collazos es psicólogo de la Pontificia Universidad Javeriana, especialista en Psicología Clínica de la Universidad de San Buenaventura, Magíster en Psicología de la Universidad de San Buenaventura, magíster en Intervención Psicosocial, énfasis en Salud Mental Comunitaria, de la Universidad Icesi.

Cuenta con experiencia docente en las universidades Icesi y Javeriana. Por 11 años, psicólogo del Centro de Bienestar de la Pontificia Universidad Javeriana, ateniendo consulta psicológica a estudiantes, profesores y colaboradores, además de trabajar en grupos temas de promoción de la salud, consumos, desarrollo personal, autoestima, pareja, duelo, manejo de emociones y liderazgo. Actualmente, proveedor externo para la Vicepresidencia de Talento Humano de Sura en la valoración clínica para procesos de selección. También consulta psicoterapéutica, con más de 10 años de experiencia en atención clínica particular.

Email: collazosmontoya@gmail.com
Instagram: @rogercollazosm

 

Más allá de la literalidad anatómica, los hombres hemos tendido a identificarnos con lo que tenemos, casi de manera angustiosa al intentar disimular lo que no, lo que nos falta, lo que no podemos. Vivir es una terapia consecutiva de frustración, mientras la vida social, la cultural, la cotidianidad, nos dice lo contrario, al menos del lado occidental del mundo con más insistencia. Al caerse el maquillaje, no sabemos qué hacer con nosotros mismos. Por eso podemos ser un poco ridículos en el amor. Mientras mucho cine comercial nos dicta el formato de qué es ser un hombre y cómo se conquista una mujer, la verdad es que, y especialmente con las mujeres, no hay receta ni manual de instrucciones que nos dé pasos firmes en el mundo femenino. Nuestra feliz ridiculez se da porque es necesario confesar una intimidad frente a la que solemos sentir vergüenza: el enamoramiento nos hace sentir por todo el cuerpo un agujero, un vacío que no sabemos dónde está pero que sí sentimos con ímpetu; distinto a algunas mujeres que están acostumbradas a su propio vacío por su anatomía, por lo más íntimo de su ser que puede ser un correlato de lo anatómico.

 

Toda esta introducción grandilocuente lo que pretende expresar es que, el corazón del machismo no es más que nuestra propia vergüenza y angustia por no asimilar ese agujero emocional y existencial que frente a algunas personas particulares sentimos con más intensidad. Eso tiene efectos en nuestra práctica clínica. Entre el 70% y el 90% de quienes consultan suelen ser mujeres. Con esa libertad que nos falta a los hombres, las mujeres, con megáfono en mano, pueden confesar las heridas que enlutan su alma, mientras nosotros recurrimos a la violencia y/o a cierto narcisismo para compensar infructuosamente algo de ese dolor.

 

Además de la apertura y el balance de los espacios de participación política para las mujeres, sin olvidar la igualdad de oportunidades en la inserción al mercado laboral teniendo iguales remuneraciones que los hombres, se me ocurre proponer algo que me atrevo a llamar equidad emocional de género; en esta equidad, los hombres podemos tener nuevas oportunidades para la expresión explícita de nuestra subjetividad, de nuestras emociones, de nuestra angustia, de nuestro amor, de nuestro dolor.

Para eso nos corresponde hacer pactos en la vida cotidiana que nos permitan abrazar a otros, especialmente hombres, que nos animen a ponerle palabra, símbolo y rito a nuestra espiritualidad encerrada en los enjambres del poder. 

 

La deconstrucción de nuestra masculinidad hegemónica contribuiría a esa gran gesta de la equidad de género. Aportaría a la caída del semblante masculino del poder. La expresión de nuestra intimidad podría ser el correlato de la desidentificación de modelos masculinos tendientes a tener el control, a la mercantilización del cuerpo de la mujer, a presumir el éxito como poder adquisitivo a costa de nuestra calidad de vida. Si creemos que solo el machismo nos da un lugar de dignidad, realmente somos objeto de un sofisticado engaño. Bien la antropóloga Rita Segato lo enuncia con precisión, los hombres somos las primeras víctimas del machismo, pues nos sujeta a un ideal estricto que hay que cumplir a rajatabla. Nos impone un libreto que hay que obedecer.

 

El fracaso de nuestro estilo de vida como sociedad a partir de la pandemia, podría ser la tormenta perfecta para esta nueva travesía.

 

 

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Soy psicóloga y psicoterapeuta Gestalt. Te quiero ofrecer una invitación a desenvolver, explorar y expandir.

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